CUENTO DE HALLOWEEN. SEGUNDA PARTE
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CUENTO DE HALLOWEEN. SEGUNDA PARTE
La primera semana transcurrió sin novedad. Las cuatro se pasaban el día cocinando hasta caer rendidas. Las máquinas no paraban de protestar: hacía frío, la luz funcionaba mal, el gato era un pesado… fue una prueba de paciencia para el ama, que se liberaba una hora todos los días cuando iba a hacer la compra al pueblo más cercano con el coche.
Hacía mucho frío para esa época del año, cosa que desagradaba a las máquinas. Se quejaban de la mucha humedad que había en aquel sitio, y el ama no hacía más que alimentar la chimenea de la mañana a la noche, con la cabeza como un bombo por las incesantes quejas de aquellas tres… afortunadamente, las recetas iban viento en popa y el libro podría salir en la fecha prevista.
El ama se relajaba por las noches viendo la tele con un gin-tonic en una mano y un cigarrillo en la otra. El gato se sentaba en su regazo. Era el único momento de paz del día, hasta que…
-Ama –intervino Thermo con voz plañidera –nosotras también queremos ver la tele.
El ama torció el morro disimulando su disgusto. ¡Era lo que le faltaba! Ni siquiera de noche la iban a dejar en paz. Ya estaba abriendo la boca para contestar cuando…
-Eso, eso –apoyó Chefo –o si no, nos pondremos en huelga.
-O lo haremos todo mal –intervino G despertando de su enésima siesta.
-O cantaré todo mi repertorio –afirmó Thermo.
Así que la pobre mujer no tuvo más remedio que acomodar a las tres máquinas en un sofá, mientras ella se sentaba en el otro con el gato, que la abandonó para arrimarse a Chefo en cuanto pudo.
-Quítame esta bola de pelos, ama, por Dios –protestó la chefito.
Una vez satisfecha la petición, el ama se acomodó en el sofá, pero poco le duró la tranquilidad.
-Ama, ese programa es un rollo… yo quiero ver “El coche fantástico” –dijo la chefo.
-No, ama, mejor pon alguna serie donde salgan máquinas buenorras –contestó la thermo.
-¿Es que acaso el coche fantástico no es una máquina buenorra, pedazo de tonta? –la chefo se ofendió muchísimo.
-¿A quién estás llamando tonta, baratillo? –la thermo empezó a girar las cuchillas.
El ama hizo lo único que podía hacer: apagó la televisión y se fue a la cama. A veces odiaba a aquellas pequeñas estúpidas, no lo podía remediar. Se quedó dormida enseguida, estaba agotada. El gato se enroscó a sus pies y aún se durmió antes que ella.
Un chillido penetrante, espeluznante, mortificante, la despertó de su plácido sueño a eso de las cuatro de la mañana. Ama y gato pegaron sendos respingos con el corazón a cien. El ama buscó a tientas la luz y bajó las escaleras de dos en dos, casi se abrió la cabeza en el tramo final.
-¿Qué pasa, por Dios, qué pasaaaa? –chilló el ama encendiendo la luz de la planta baja y preparada para encontrarse cualquier cosa.
Todo estaba tranquilo salvo G, que chillaba y giraba la válvula completamente histérica, mientras Thermo y Chefo intentaban tranquilizarla.
-Noooooooo, quitad a ese bicho de ahíiiiiii –seguía berreando la GM.
-Ha visto un ratón, ama –explicó la chefo.
El susodicho estaba ahora entre las garras del gato, que se había abalanzado sobre él en cuanto lo había visto. El ama rescató al ratón cogiéndolo por el rabo, lo que hizo que el bicho empezara a chillar con más fuerza que la olla si cabe, abrió la puerta de la casa y lo soltó, dejando al felino con dos palmos de narices.
-Problema arreglado ¿Puedo seguir durmiendo?
Los chillidos de la GM se habían convertido en hipos y sollozos. Viendo que la cosa iba para largo, el ama abrió un mueble, cogió una botella de coñac y vertió un chorro más que generoso en la cubeta de la olla.
-A ver si esto te calma –le dijo.
Las otras dos miraron a la olla con envidia.
-Ama, a nosotras no nos vendría mal un traguito de eso ¿eh? Que aún tenemos el susto en el cuerpo, caray.
El ama sirvió coñac a todas y también a sí misma. Se sentó y encendió un cigarrillo. Se había desvelado.
-Perdón, ama –dijo la GM cuando consiguió tranquilizarse –No soporto los ratones, no lo puedo remediar.
-¿Pero cuándo habías visto tú antes un ratón, alma cándida? –el ama sonrió –Si eres carne de asfalto, mujer.
Viendo que la olla no contestaba, la chefo decidió hacerlo por ella, ya era hora de que se enfrentasen al trauma.
-Ama, la noche aquélla del año pasado, cuando te contamos que un montón de thermomix nos habían asaltado y nos habían metido –se estremeció –alimañas dentro. A G le metieron ratones. No nos creíste, dijiste que lo habíamos soñado. Desde entonces G y yo tenemos pesadillas con frecuencia.
-Sí, es cierto –corroboró Thermo –muchas veces se despiertan sobresaltadas.
El ama suspiró y se sirvió más coñac. Viendo cómo la miraban, sirvió también a las máquinas.
-Todo es culpa mía –manifestó con pesar.
-¿Cómo puede ser eso, ama? –inquirió Chefo con curiosidad.
El ama miró a todos lados avergonzada. Evitaba mirar a las máquinas.
-Fue un escarmiento… no lo soñásteis. Contraté un servicio especial para daros un susto. Parece que funcionó.
-¡Oh, ama! –gimió G -¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Tú sabes el miedo que pasamos esa noche? A Chefo hasta le metieron culebras y todo.
-¡Me rompisteis una thermomix, G! –gritó el ama enfadadísima –Una máquina carísima y maravillosa, todo por vuestros estúpidos celos… la dejásteis inservible. ¡Estaba furiosa! ¡Y no os quejéis, que podíais haber acabado en el desguace!
Thermo, que asistía atónita y muda al coloquio, intervino.
-Pero… ¿Cómo se te ocurrió? No creo que esos servicios vengan en las Páginas Amarillas, precisamente.
-No… -el ama se sirvió otro coñac, empezaba a tener los ojos vidriosos –fue idea del Inspector Tilla. Él conoce una empresa que se dedica a esas cosas, todo puro teatro, por supuesto. Atrezzo y montaje.
-Oh, qué simpático el Inspector Tilla –escupió la chefo con desprecio –Ama, sírvenos más y acaba la botella, total para lo que queda…
-¿Os cargásteis una thermomix? –inquirió Thermo -¿Y yo llevo un año viviendo con vosotras, asesinas? ¡Podríais haber hecho lo mismo conmigo, malvadas!
-No, no, no, no… de ninguna manera, Thermo –dijo G apresuradamente –Tú eres estupenda, pero la otra… era mala ¿sabes? y… orgullosa.
-Es cierto, Thermo –la chefo acudió en ayuda de su amiga –Era perversa, siempre estaba diciéndonos cosas horribles, que nos iba a matar con las cuchillas en cuanto nos quedáramos dormidas, que éramos basura, que iba a descuartizar al gato…
El minino se acomodó al lado de su adorada chefo en cuanto se sintió aludido, frotando la cabeza contra sus paredes. Como la chefito estaba un poco borracha ya, se lo permitió.
-Tú eres muy buena, Thermo… muy buena, te queremos muchísimo, de verdad –dijo la GM arrastrando las palabras. Estaba claro que había llegado al punto de borrachera llamado “exaltación de la amistad”.
-Siento haberlo hecho –continuó el ama –Pero la otra opción era deshacerme de vosotras y no quería... Y no estaba dispuesta a que pasara lo mismo con la siguiente thermomix, de ninguna manera. Pasásteis miedo, sí, pero creo que aprendisteis la lección.
-No sé si podré perdonártelo, ama… fue un trauma muy grande –dijo la chefo muy seria.
-Si empezamos así, yo no te perdono que me rompieras la thermomix, mira tú –dijo el ama tajante, aunque con una voz espesísima.
-Haya paz –Terció la Thermo –O me pongo a cantar el chiki-chiki.
Hubo una gran algarabía ante estas palabras.
-¡Eso! –gritaron ama, chefo y G a la vez, a cual más beoda -¡El chiki-chiki! Venga, cántala.
Pasaron la siguiente hora cantando y bebiendo, hasta que el ama palideció y dijo:
-Y ahora, os lo advierto: hasta mañana a las doce por lo menos no quiero saber nada de vosotras.
Y, al borde del coma etílico, se derrumbó en el sofá y se quedó dormida en el acto.
Hacía mucho frío para esa época del año, cosa que desagradaba a las máquinas. Se quejaban de la mucha humedad que había en aquel sitio, y el ama no hacía más que alimentar la chimenea de la mañana a la noche, con la cabeza como un bombo por las incesantes quejas de aquellas tres… afortunadamente, las recetas iban viento en popa y el libro podría salir en la fecha prevista.
El ama se relajaba por las noches viendo la tele con un gin-tonic en una mano y un cigarrillo en la otra. El gato se sentaba en su regazo. Era el único momento de paz del día, hasta que…
-Ama –intervino Thermo con voz plañidera –nosotras también queremos ver la tele.
El ama torció el morro disimulando su disgusto. ¡Era lo que le faltaba! Ni siquiera de noche la iban a dejar en paz. Ya estaba abriendo la boca para contestar cuando…
-Eso, eso –apoyó Chefo –o si no, nos pondremos en huelga.
-O lo haremos todo mal –intervino G despertando de su enésima siesta.
-O cantaré todo mi repertorio –afirmó Thermo.
Así que la pobre mujer no tuvo más remedio que acomodar a las tres máquinas en un sofá, mientras ella se sentaba en el otro con el gato, que la abandonó para arrimarse a Chefo en cuanto pudo.
-Quítame esta bola de pelos, ama, por Dios –protestó la chefito.
Una vez satisfecha la petición, el ama se acomodó en el sofá, pero poco le duró la tranquilidad.
-Ama, ese programa es un rollo… yo quiero ver “El coche fantástico” –dijo la chefo.
-No, ama, mejor pon alguna serie donde salgan máquinas buenorras –contestó la thermo.
-¿Es que acaso el coche fantástico no es una máquina buenorra, pedazo de tonta? –la chefo se ofendió muchísimo.
-¿A quién estás llamando tonta, baratillo? –la thermo empezó a girar las cuchillas.
El ama hizo lo único que podía hacer: apagó la televisión y se fue a la cama. A veces odiaba a aquellas pequeñas estúpidas, no lo podía remediar. Se quedó dormida enseguida, estaba agotada. El gato se enroscó a sus pies y aún se durmió antes que ella.
Un chillido penetrante, espeluznante, mortificante, la despertó de su plácido sueño a eso de las cuatro de la mañana. Ama y gato pegaron sendos respingos con el corazón a cien. El ama buscó a tientas la luz y bajó las escaleras de dos en dos, casi se abrió la cabeza en el tramo final.
-¿Qué pasa, por Dios, qué pasaaaa? –chilló el ama encendiendo la luz de la planta baja y preparada para encontrarse cualquier cosa.
Todo estaba tranquilo salvo G, que chillaba y giraba la válvula completamente histérica, mientras Thermo y Chefo intentaban tranquilizarla.
-Noooooooo, quitad a ese bicho de ahíiiiiii –seguía berreando la GM.
-Ha visto un ratón, ama –explicó la chefo.
El susodicho estaba ahora entre las garras del gato, que se había abalanzado sobre él en cuanto lo había visto. El ama rescató al ratón cogiéndolo por el rabo, lo que hizo que el bicho empezara a chillar con más fuerza que la olla si cabe, abrió la puerta de la casa y lo soltó, dejando al felino con dos palmos de narices.
-Problema arreglado ¿Puedo seguir durmiendo?
Los chillidos de la GM se habían convertido en hipos y sollozos. Viendo que la cosa iba para largo, el ama abrió un mueble, cogió una botella de coñac y vertió un chorro más que generoso en la cubeta de la olla.
-A ver si esto te calma –le dijo.
Las otras dos miraron a la olla con envidia.
-Ama, a nosotras no nos vendría mal un traguito de eso ¿eh? Que aún tenemos el susto en el cuerpo, caray.
El ama sirvió coñac a todas y también a sí misma. Se sentó y encendió un cigarrillo. Se había desvelado.
-Perdón, ama –dijo la GM cuando consiguió tranquilizarse –No soporto los ratones, no lo puedo remediar.
-¿Pero cuándo habías visto tú antes un ratón, alma cándida? –el ama sonrió –Si eres carne de asfalto, mujer.
Viendo que la olla no contestaba, la chefo decidió hacerlo por ella, ya era hora de que se enfrentasen al trauma.
-Ama, la noche aquélla del año pasado, cuando te contamos que un montón de thermomix nos habían asaltado y nos habían metido –se estremeció –alimañas dentro. A G le metieron ratones. No nos creíste, dijiste que lo habíamos soñado. Desde entonces G y yo tenemos pesadillas con frecuencia.
-Sí, es cierto –corroboró Thermo –muchas veces se despiertan sobresaltadas.
El ama suspiró y se sirvió más coñac. Viendo cómo la miraban, sirvió también a las máquinas.
-Todo es culpa mía –manifestó con pesar.
-¿Cómo puede ser eso, ama? –inquirió Chefo con curiosidad.
El ama miró a todos lados avergonzada. Evitaba mirar a las máquinas.
-Fue un escarmiento… no lo soñásteis. Contraté un servicio especial para daros un susto. Parece que funcionó.
-¡Oh, ama! –gimió G -¿Cómo pudiste hacerlo? ¿Tú sabes el miedo que pasamos esa noche? A Chefo hasta le metieron culebras y todo.
-¡Me rompisteis una thermomix, G! –gritó el ama enfadadísima –Una máquina carísima y maravillosa, todo por vuestros estúpidos celos… la dejásteis inservible. ¡Estaba furiosa! ¡Y no os quejéis, que podíais haber acabado en el desguace!
Thermo, que asistía atónita y muda al coloquio, intervino.
-Pero… ¿Cómo se te ocurrió? No creo que esos servicios vengan en las Páginas Amarillas, precisamente.
-No… -el ama se sirvió otro coñac, empezaba a tener los ojos vidriosos –fue idea del Inspector Tilla. Él conoce una empresa que se dedica a esas cosas, todo puro teatro, por supuesto. Atrezzo y montaje.
-Oh, qué simpático el Inspector Tilla –escupió la chefo con desprecio –Ama, sírvenos más y acaba la botella, total para lo que queda…
-¿Os cargásteis una thermomix? –inquirió Thermo -¿Y yo llevo un año viviendo con vosotras, asesinas? ¡Podríais haber hecho lo mismo conmigo, malvadas!
-No, no, no, no… de ninguna manera, Thermo –dijo G apresuradamente –Tú eres estupenda, pero la otra… era mala ¿sabes? y… orgullosa.
-Es cierto, Thermo –la chefo acudió en ayuda de su amiga –Era perversa, siempre estaba diciéndonos cosas horribles, que nos iba a matar con las cuchillas en cuanto nos quedáramos dormidas, que éramos basura, que iba a descuartizar al gato…
El minino se acomodó al lado de su adorada chefo en cuanto se sintió aludido, frotando la cabeza contra sus paredes. Como la chefito estaba un poco borracha ya, se lo permitió.
-Tú eres muy buena, Thermo… muy buena, te queremos muchísimo, de verdad –dijo la GM arrastrando las palabras. Estaba claro que había llegado al punto de borrachera llamado “exaltación de la amistad”.
-Siento haberlo hecho –continuó el ama –Pero la otra opción era deshacerme de vosotras y no quería... Y no estaba dispuesta a que pasara lo mismo con la siguiente thermomix, de ninguna manera. Pasásteis miedo, sí, pero creo que aprendisteis la lección.
-No sé si podré perdonártelo, ama… fue un trauma muy grande –dijo la chefo muy seria.
-Si empezamos así, yo no te perdono que me rompieras la thermomix, mira tú –dijo el ama tajante, aunque con una voz espesísima.
-Haya paz –Terció la Thermo –O me pongo a cantar el chiki-chiki.
Hubo una gran algarabía ante estas palabras.
-¡Eso! –gritaron ama, chefo y G a la vez, a cual más beoda -¡El chiki-chiki! Venga, cántala.
Pasaron la siguiente hora cantando y bebiendo, hasta que el ama palideció y dijo:
-Y ahora, os lo advierto: hasta mañana a las doce por lo menos no quiero saber nada de vosotras.
Y, al borde del coma etílico, se derrumbó en el sofá y se quedó dormida en el acto.
Re: CUENTO DE HALLOWEEN. SEGUNDA PARTE
niñas, ya lo tenéis entero en mi blog, está la dirección en mis mensajes. así no os agobio con las entregas por fascículos
Re: CUENTO DE HALLOWEEN. SEGUNDA PARTE
guapa, me ha encantado los he leido todos en Tecnopuchero
Muchos
Muchos
Re: CUENTO DE HALLOWEEN. SEGUNDA PARTE
Isita escribió: guapa, me ha encantado los he leido todos en Tecnopuchero
Muchos
gracias, guapa. Tú vigila tus máquinas, por si acaso
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